La
compraventa o arrendamiento del terreno postmortem es un negocio sólido desde
todos los tiempos. En el cual no sólo median ayuntamientos, parroquias,
aseguradoras; si no hasta particulares que construyen una cripta, por ejemplo,
y la sacan a la venta para que alguna familia adquiera la propiedad.
Diariamente, a través de diferentes vías de contratación, se cierran tratos
entre quienes venden terreno en el camposanto y quienes lo pagan en
perpetuidad, para no acabar en el osario.
Aunque
de un tiempo a esta parte la incineración está ganando adeptos, están quienes
no pueden permitirse comprar terreno en el cementerio y mediante una
aseguradora, abonan cuotas mensuales para en el fatídico día tener sitio donde
pernoctar eternamente. Pero la mayoría de veces no suele ser fosa si no nicho
en alquiler; de manera que si por cualquier razón no se ingresaran los
alquileres el fallecido iría al osario; que es el lugar donde se hace una
cremación grupal para aquellos restos cuyos familiares no se mantienen al pago de
los recibos para que continúen en sus nichos o tumbas.
También
otro tipo de terreno que pueden adquirir los interesados y es el columbario.
Pequeñas moradas donde dejar las cenizas, aunque algunos opten por tenerlas en
casa o esparcirlas por algún lugar. De modo que hasta el descanso eterno se
rige por cuantías y tasas igual que sucede con las viviendas. Otros prefieren
una tercera solución que sería donar su cuerpo a la ciencia. Para que los
futuros médicos aprendan y esa muerte al menos sirva para algo, para salvar
muchas vidas.