jueves, 19 de septiembre de 2013

VELAS Y LAMPARILLAS


Las velas se utilizan en los velatorios independientemente del dogma cultural. En Japón las lamparillas brillan desde hace siglos honrando a los seres queridos igual que sucede en los mausoleos de Finlandia, por ejemplo. Es decir: La cera moldeada con una mecha en su interior para prenderla y que destelle, hasta que se consuma, no es algo únicamente occidental. Falta muy poco para la llegada de Halloween. Durante la víspera de dicha festividad algunas calabazas decorativas con cirio en su interior alumbrarán en la oscuridad cómo símbolo costumbrista. Y algunas velas son originales e incluso verdaderas obras de arte. Ya que hay un infinito muestrario en cuanto a formas geométricas de éstas. Las hay también aromáticas; con motivos; en colores; divertidas; más solemnes; ecológicas; con frases; más sencillas; etc.

Así, si antiguamente eran para velar por los que ya no estaban y para iluminar las viviendas porque no existía la electricidad, se les daría infinidad de usos y así sigue siendo a día de hoy. Simbolizan la paz, el respeto, el duermevela; la tranquilidad; decoración; aromatización; reflexión; romanticismo; toque de ambientación y un tropel de utilidades. En fiestas de semana santa o navidad aumentan las ventas de las velas, producto que se usa durante todo el año en multitud de variados eventos. Hay forofos de las manualidades a quienes les gusta diseñarlas directamente: Modelando la cera, introduciéndole la mecha para su posterior encendido, y creándolas a su gusto. Algunas velas están confeccionadas con un ingenio y talento agradable.

De manera que no sólo se prenden para velorios si no para multitud de actos cómo dije anteriormente.

La ambientación de cualquier velatorio tiene muy presente dicho objeto fabricado con cera entre el amargo atrezzo necesario para la amarga situación: La caja, los cirios, el sudario, las telas enlutadas, el libro para la recogida de firmas de los asistentes, la tila tan presente mientras se mira con pena al fallecido; los asientos; la tos en la madrugada de los asistentes en pleno silencio. Y en resumen la dramática escena en la que siempre hay alguna vela presente. Ocurría en el pasado y supongo que seguirán zigzagueando llamas en otros fatídicos acompañamientos.